"Sin esfuerzo, el genio de Messi se desvanece"

El popular escritor chino Mai Jia admira a Jorge Luis Borges y recuerda que en el Tibet, el único libro que leyó durante un año fue una antología de sus cuentos. Habla de la Revolución Cultural y de la censura en Internet.
Fernando Capotondo - 2017-02-06
Sería un apasionante argumento para una novela la historia de un niño nacido en un pueblo de montaña de Fuyang, que vive aislado y sin amigos por la persecución política que sufre su familia durante la Revolución Cultural China. Que descubre en la literatura un aliado para enfrentar su soledad y escribe un diario-enciclopedia de 36 volúmenes. Que a pesar de ser testigo de la violencia de los Guardias Rojos contra su abuelo, decide incorporarse al Ejército Popular para elevar el status familiar y alejarlos del maltrato. Que se recluye en el Tibet y durante un año sólo lee un libro de Jorge Luis Borges, a quien admira tanto que es capaz de recitar de memoria 26 de sus poemas en un encuentro literario. Que aprovecha su experiencia militar y se toma once años para escribir un "thriller de espionaje chino" que lo convierte en uno de los autores más leídos en su país. Y que sale a la conquista de Occidente para intentar serlo en todo el mundo. 

Como ya imaginarán, el breve relato no es ninguna ficción sino la peculiar vida de Mai Jia, el escritor chino que visitó la Argentina para presentar su libro El Don. Una novela que, valga las semejanzas con su biografía, cuenta la historia de un chico solitario, genio de las matemáticas, que es reclutado por el servicio secreto chino para descifrar códigos y mensajes militares.
 
–La historia de El Don comienza con una minuciosa descripción de la infancia de Rong Jinzehn, el protagonista. ¿Cómo fue la suya?

–Crecí en los años de la Revolución Cultural, una época muy dura en la que mi familia había sido calificada como contrarrevolucionaria.Mi padre era un hombre de derecha, mi abuelo era cristiano y mi abuelo materno era una especie de terrateniente. Estas características eran tres cargos graves en aquella época. Mi familia era maltratada y, como niño, siempre me sentí abandonado por la sociedad. Nadie quería ser mi amigo, estaba muy solo y me inventé una actividad, que fue escribir un diario personal. Llegué a escribir 36 volúmenes, lo que naturalmente me ayudó a desarrollar la técnica de escribir.

–¿Tiene algún recuerdo que le haya quedado grabado de aquellos años?

–Algo que nunca pude olvidar fue cuando un grupo de Guardias Rojos irrumpió en mi casa y le partió la cabeza a mi abuelo con un crucifijo de madera. Le comenzó a salir sangre… nunca lo olvidaré.

–¿Cómo pasó de aquel violento recuerdo de los Guardias Rojos a decidir ingresar en el Ejército Popular?

–Como mi familia era muy marginada, fue una forma de modificar su destino. Ingresar al Ejército era algo glorioso y me permitió cambiar el status de mi familia. Desde entonces, nadie pudo maltratar a mi familia.

–¿Es verdad que sólo disparó seis veces en sus años de soldado?

–Cuando uno se graduaba en el instituto militar se realizaba un examen de tiro. Así fue como hice seis disparos, uno de los cuales dio afuera del blanco. Después no volví a disparar porque no fui un soldado puro y duro, sino que hice trabajos especiales a partir de mis estudios de radiocomunicaciones y escritura creativa.
"Para un novelista lo más importante no es contar la realidad, sino su capacidad de inventar, de contar algo verosímil. Y que esta realidad de ficción muchas veces pueda superar la verdad objetiva".
–El personaje de El Don fue criptógrafo y una especie de espía del Ejército, ¿cuánto tiene de autobiografía el libro?

–Es una pregunta que siempre me hacen. Debo decir que gracias a la experiencia de estar en el Ejército, me pude inspirar para escribir El Don. Pero cuidado, porque el libro es todo ficción. Creo que para un novelista lo más importante no es contar la realidad, sino su capacidad de inventar, de contar algo verosímil. Y que esta realidad de ficción muchas veces pueda superar la verdad objetiva. 

–¿Pero no hay ninguna coincidencia con su personaje?

–Si hay algo en común es el mundo interior, el carácter, ahí sí puedo decir que hay una similitud del 70 o el 80% con el personaje del libro.

–¿En ese mundo interior qué rol juegan los sueños, otro de los temas que desarrolla en la novela?

–El protagonista es criptógrafo, una profesión muy cruel que no puede apelar sólo a lo racional. Como son expertos, genios, su vida es una lucha silenciosa en la que no pueden usar sólo la razón. Por eso, para descifrar los mensajes secretos, hay que recurrir a lo irracional, a los sueños, casi a la locura…

–¿Cómo se establece el límite entre esa genialidad y la locura?

–Usemos la metáfora de una cuerda. Nosotros somos una cuerda normal, pero en los casos de los genios la cuerda está muy extendida. El peligro es que si se extiende demasiado, se puede romper muy fácil. Eso es un genio. O, apelando a otra metáfora, es como una bombilla eléctrica que tiene filamentos, pero cuando brilla con más intensidad está cerca de quemarse, de apagarse para siempre.

–¿En algún momento sintió esa sensación de estar a punto de apagarse para siempre?

–Es que no soy un genio, soy un hombre común y corriente. Le doy un ejemplo vinculado a un tema que también me interesa, el fútbol: yo jamás podría ser como Messi porque los genios tienen algo fantástico que los caracteriza. Aunque cuidado, porque si Messi no se esfuerza y no entrena todos los días, su genialidad se desvanece. El genio es un don divino, pero necesita esfuerzo. En cuanto a mi experiencia, aquel diario que escribí desde niño me sirvió como una especie de entrenamiento muy temprano. Me creó un vínculo más estrecho con las letras.

–Un vínculo que luego tomó a Jorge Luis Borges como modelo.

–En los años '80, en China, hubo un boom de traducciones de autores extranjeros, entre ellos grandes autores latinoamericanos como Borges y García Márquez. Borges me gustó tanto que lo he llegado a considerar como a un ser querido. Me atrapó porque plantea una mirada diferente del mundo, tiene como un tercer ojo que le permite interpretar las cosas de otra manera, con una dosis misteriosa. Además, creo que también ha vivido su infancia de una manera un poco retorcida, siempre distante, lo que le da a su obra un canto especial.
"Yo jamás podría ser como Messi porque los genios tienen algo fantástico que los caracteriza. Aunque cuidado, porque si Messi no se esfuerza y no entrena todos los días, su genialidad se desvanece".
–¿Hasta dónde influyó en su narrativa?

–Tengo influencias de muchos escritores, pero se trata de una relación familiar, influye silenciosamente. No se trata de una imitación mecánica de otro escritor, sino más bien como un árbol que se alimenta con los rayos solares y produce oxígeno, pero que eso no lo convierte en el mismo rayo solar. Seguimos siendo nosotros mismos, aunque nos alimentemos de otros.

–En varias oportunidades declaró que durante un año el único libro que leyó fue uno de Borges.

–Cuando tenía 29 años, el Ejército me ofreció la oportunidad de ir a trabajar en el Tibet. Recuerdo que nadie quería aceptar porque eran condiciones realmente muy duras, pero yo lo hice porque en aquel tiempo muchos escritores chinos estaban formando allí una especie de salón literario. Se trataba entonces de una buena oportunidad para conocer este lugar místico y, además, aprender literatura. Y, es verdad, en uno de los tres años que estuve en el Tibet, el único libro que leí fue una antología de cuentos de Borges. Quería estudiarlo en profundidad y fue en ese momento que me puse como meta escribir una novela con su técnica, con ese lenguaje minimalista.

–¿Lo logró?

–Bueno, así fue como más tarde escribí este libro (por El Don), aunque debo reconocer que sufrí mucho durante los once años que me llevó escribirlo.

–Tanto en su libro como en esta entrevista, ha cuestionado aspectos de su sociedad. Otros autores chinos también lo hicieron, pero desde el extranjero…

–Bueno, hoy la situación en China es mucho más abierta. Cambiaron muchas cosas si comparamos la actualidad con mi infancia en plena Revolución Cultural. Es el paraíso y el infierno. Si bien todavía existen problemas, soy optimista con los cambios sociales y económicos. Y espero que en los próximos años haya más cambios. Hablando de mi libro, si lo hubiera publicado hace 30 años me hubieran fusilado, pero hoy no sólo se vende sino que se adaptó al cine y a la televisión. El sistema de censura en China no es tan cruel como se dice.

–Usted cuestiona aspectos de la Revolución Cultural y también habla de una mayor apertura, pero es consciente de las críticas a la censura que imponen en Internet. ¿No teme ser usado como un instrumento de propaganda oficial?

–Puede haber coincidencias, pero no es algo diseñado. Mi libro salió en el año 2002, cuando el fenómeno de Internet era incipiente en China. Ahora hay un boom, con fenómenos buenos y malos, con controles y casos de espionaje, pero es algo ajeno a mi intención.

–Pero, ¿cuál es su opinión sobre la censura sobre Internet en China?

–Todavía hay muchos controles, no se puede comparar con Estados Unidos. Si bien la tendencia es ser cada día más abiertos, no es algo que pueda ocurrir de la noche a la mañana, cada país tiene sus tiempos y hay que darle el suyo a China. 

–¿A qué atribuye lo que ocurre?

–En el control del gobierno a Internet puede haber razones políticas, pero también hay un tema de seguridad. China es un país con muchos contrastes y altibajos. Hay gente muy racional y culta, pero otros que son muy pobres, que viven en el campo y que no tienen una formación cultural. En ese contexto, es muy fácil incitar y provocar cosas. China necesita una estabilidad para aspirar a una maduración de la sociedad. Con una mejor educación va a ser más fácil llegar a una sociedad más abierta. Por la Revolución Cultural sabemos lo que es vivir en una sociedad revuelta, toda esa locura. En Occidente quieren ver una primavera, pero cuando ocurre esto, nuestra experiencia nos permite saber qué es lo que puede pasar.

Publicado en Tiempo Argentino
Foto: Mariano Espinosa