Los cerezos de Japón se quedaron solos

La pandemia del Covid-19 transformó el paisaje de los parques japoneses, donde todos los años millones de personas desfilaban para apreciar la belleza de estos milenarios árboles. Para algunos, es mejor.
Fuente: AP - 2020-04-01
Los árboles de cerezos constituyen uno de los tesoros naturales de la cultura japonesa. Elegantes y profundamente bellos, algunas tradiciones comparan sus flores con las gotas de sangre que los respetados samuráis derramaban durante sus incontables y épicas batallas. Para el pueblo japonés tienen un significado simbólico que quizás sea difícil advertir en su real dimensión desde el (para ellos) lejano occidente. En síntesis: Japón venera a sus cerezos… y lo bien que hace. 
 
Pero a pesar de ello, el escenario de los parques y lugares públicos de Japón sufrieron una categórica metamorfosis en las últimas semanas, como consecuencia de las medidas de aislamiento social recomendadas en todo el mundo para atenuar la propagación de la pandemia del Covid-19.
Los parques y lugares públicos están prácticamente desiertos. Las multitudes que asistían a la floración de los cerezos ya son cosa del pasado.
De esta manera, donde antes circulaban miles de personas para asistir a la maravillosa floración de los cerezos, hoy solo puede verse a alguna pareja que se saca una selfie o a personas que aprovechan para pasear más tranquilos, disfrutando del solitario paisaje. 
 
Un ejemplo de este cambio es la ciudad de Nara, la antigua capital de Japón, donde se encuentra el majestuoso templo de Todaji. En una situación normal, decenas de miles de japoneses y turistas visitarían el complejo para admirar su gran estatua de Buda y otras maravillas naturales. Pero este año, el lugar está casi desierto al igual que la mayoría de los destinos turísticos japoneses.
Muchos japoneses que estaban hartos de las multitudes y las molestias causadas por las legiones de turistas extranjeros, hoy pueden disfrutar los lugares emblemáticos de sus ciudades.
Ocurre que el sector turístico es muy dependiente de los extranjeros. Uno de los primeros golpes que sufrió esta actividad fue la decisión de China, a finales de enero, de frenar la salida al exterior de grupos de turistas. 
Como contrapartida a este panorama apocalíptico, muchísimos japoneses que estaban hartos de las multitudes y las molestias causadas por las legiones de turistas extranjeros, hoy pueden recorrer, y disfrutar los lugares emblemáticos de sus ciudades, sin necesidad de andar a los empujones o formando interminables filas para acceder a los ingresos.

Un ejemplo es el artista Kinji Nakamura, de 76 años,  que vive cerca del pintoresco puente Togetsu, en el distrito Arashiyama de Kioto. El anciano estaba harto de los atascos y las molestias causadas por algunos turistas, a los que por ejemplo había que advertir que no treparan a los antiguos y frágiles cerezos para hacerse fotos.

“Había demasiados turistas, esto está bien”, concluyó Nakamura.